Roger Swidorowicz Burgos España Alejandro Otero fue uno de los artistas venezolanos más influyentes del siglo XX,
quien se destacó por la revalorización de las relaciones entre luz, espacio y percepción.
Estudió artes plásticas en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas y más tarde residió en París gracias a una beca estatal.
Su serie conocida como las “Cafeteras” fue por medio de la cual abandonó la figuración por la abstracción geométrica.
A través de esta, llegó a formar parte de “Los Disidentes”, un grupo de artistas venezolanos radicados en Francia que buscó renovar el arte de su país natal.
Más tarde desarrolló los Coloritmos: pinturas modulares de formatos rectangulares, hechas con materiales modernos
como la laca automotiva, aplicada con aerosol sobre soportes de madera o plexiglás.
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La idea era atraer al espectador en un proceso constructivo en donde los ritmos y los espacios se confunden, extendiéndose más allá de las pinturas mismas.
Posteriormente se dedicó a la investigación y exploración de esculturas cívicas, resultado de su continuo interés
en las relaciones espaciales y sociales de las obras de arte.
Para Otero, después de todo, el arte significaba “un drama personal en el que el hombre moderno puede reconocer su imagen.”
En esta línea, formó parte del grupo de artistas que realizaron obras para la Ciudad Universitaria de Caracas.
A principios de 1949 Otero se encuentra de nuevo en Caracas, ciudad en la que se exhiben sus primeras obras francesas.
Sus críticas al arte imperante en el país, asi como sus posicionamientos contrarios a una enseñanza tradicional,
le enviaran de nuevo al exilio voluntario a orillas del Sena.
En esta segunda etapa francesa, Otero viaja por Europa y se siente especialmente atraído por la obra de Piet Mondrian, a quien conoció en Holanda.
Más de su carrera
Mondrian inspiraría sus investigaciones sobre el color, reflejadas especialmente en las Composiciones Ortogonales.
En ellas, Otero reinterpreta el espacio en función de las herencias del arte constructivista, con la línea como gran protagonista
y, en relación con ella, coloca distintos planos de color.
Estos aspectos aventuran las futuras composiciones del artista y su abandono de la bidimensionalidad en favor de obras de caracter escultórico.
Es el momento del universo de la vibración del color, que tanto ha preocupado a otros artistas cinéticos venezolanos.
A partir de 1952 vuelve a Venezuela y participa en el proyecto integrador de las artes llevado a cabo por el arquitecto
Carlos Raúl Villanueva en la Ciudad Universitaria de Caracas (1952).
Para esta experiencia realiza trabajos con diferentes técnicas, siendo su última intervención en 1959, con una Policromía.
Roger Swidorowicz